Diálogos desde dentro, hacia afuera.
Hace días se está sucediendo aquello que comenzaba a anhelar con fuerza dentro de mí, y a manifestarse a gritos desde algún rincón de mi cuerpo.
Reconozco que esperaba que mi hija así sin más, me digiera alegremente: mamá TETA YA NO! Y se autorregulara.
Pero para que un niño se autorregule, necesita tener un registro de la autorregulación, que venga de ese cuerpo que primero también es suyo y luego es otro, o sea: para que él se autorregule, su madre tiene que autorregularse, los adultos que les cuidamos deberíamos autorregularnos.
Fue así como abriendo una especie de diálogo interno conmigo misma, intuía que mi cuerpo sostén, nutritivo y tibio, cansado y débil, me pedía un respiro, una vuelta hacia él, un retorno hacia ese lugar individual y subjetivo SEPARADO del otro al que completa y determina en todo su SER, y por supuesto en su crecimiento y desarrollo.
Desde mi experiencia personal y profesional en Crianza, yo vislumbro el destete como el primer límite interno, imprescindible para habilitar al niño a la vida –a partir de los dos años-, límite necesario para separar lo de dentro de lo de fuera, mi cuerpo y su cuerpo, lo propio y lo ajeno. Ya he hablado en un artículo anterior sobre lo que significa el puerperio desde dentro, y ahora es tiempo de vivir otro momento especial.
Así como el cordón umbilical nutre y une al bebé y a su madre en el vientre, percibo la lactancia como una continuación de esa unidad, como ese cordón invisible que nos mantiene fundidas/os.
Llevaba tiempo sintiendo la necesidad de ese límite que me cuide -y nos cuide-, desde una cierta incomodidad necesariade validar para no seguir alimentando a mi hija con “mala leche”.
Aquello se me hacía inimaginable en un primer momento porque pensaba ¿Cómo se desteta “respetuosamente” a una niña que se siente inmensamente feliz y arropada en ese contacto calentito y placentero?
Entonces, primero he comenzado a nombrarlo en voz alta, para ir integrándolo y creyéndomelo yo misma: en breve me gustaría destetarla!
Y poco a poco ese monólogo interno repetitivo de un solo sentido, comenzó a dar lugar aun diálogo, primero conmigo, y una vez lo sentí claro –o no tanto- con mi pequeña hija.
“Mamá ya no disfruta de dar la teta, mamá ya no quiere dar la teta, mamá está cansada, y a mamá también le duele porque, hay una parte de mamá que le encanta este encuentro entre nosotras, pero hay otra parte que ya no quiere y mamá necesita escucharla». Poco a poco nos iremos despidiendo de la teta con gratitud por todos los infinitos momentos nutritivos que nos ha regalado!
Llevamos un mes intentando sostener como podemos esa frustración y ansiedad frente a este corte. Ella –la peque- llama a la teta –cada vez menos- y busca maneras de integrar, al mismo tiempo que manifiesta su enfado y malestar; y yo siento dejarlo salir para asentir y acompañar lo que ella siente frente a esto.
Ahora que afortunadamente cuidamos a los niños teniendo mucho más en cuenta sus necesidades internas reales, notoque hay una especie de trampa sutil, que si no ampliamos la mirada y nos alejamos para observar, nos pasa desapercibida.
Y me refiero a eso de cuidar tan respetuosamente al niño que ponemos sus necesidades “casi siempre” por delante de las nuestras. Pues desde mi punto de vista comprendo ahora que esto más que cuidar, descuida. Lo que es respetuoso para uno y abusivo o desagradable para el otro, pues entonces no es RESPETUOSO y por ende hay que RESPONSABLEMENTE LIMITARLO.